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4. En torno al léxico (2 de 15)

4. 2. La extraordinaria riqueza de nuestros arabismos

4.2.1. Preliminares

La penetración musulmana en la Península Ibérica a principios del siglo viii se produjo como efecto de conquistas militares. Y, una vez establecidos aquí los primeros invasores, muchos de ellos se asentaron en el campo dedicándose a la agricultura, sobre todo en huertas y huertos y en pequeñas parcelas de terreno. De ahí su obsesión por el agua para el riego de sus cultivos.

Estos hechos explican en buena parte el léxico de origen árabe introducido en nuestras lenguas peninsulares en los comienzos de la Edad Media y que se fue consolidando durante toda la época medieval.

4.2.2. Arabismos en el mundo de las armas y de la defensa del territorio

Sin dar importancia ni preocuparnos lo más mínimo por su origen, hablamos hoy con toda naturalidad de alcázar, de alcazaba y de atalaya. Alcázar se dice principalmente de una fortaleza; y alcazaba, de un recinto fortificado. En cuanto a atalaya, que se decía del lugar elevado desde el que vigilaba el centinela; hoy se dice de un lugar elevado desde el que puede verse un amplio panorama. Alcázar, alcazaba y atalaya son tres de nuestros arabismos que dicen relación con el mundo de la defensa frente a ataques enemigos o para prevenirlos. Pero no sería justo olvidar la palabra almudena con la que nos solemos referir a una ciudadela.

Para referirnos a la primera categoría de oficiales en el ejército de tierra y en el del aire empleamos la palabra alférez, una palabra que también empleamos en la marina de guerra donde tenemos el alférez de fragata y el alférez de navío, equivalentes, en principio, al alférez y al teniente respectivamente de los ejércitos de tierra y del aire.

Así como en alcázar y en alcazaba y en alférez e incluso en atalaya es fácil intuir que se trata de palabras de origen árabe, en cuanto a tambor la cosa, a primera vista, no resulta tan evidente para alguien que no sea de una cultura avanzada o que haya tenido una cierta formación filológica.

Otro precioso arabismo de nuestro léxico es la palabra zaga, que en principio se decía para referirse a la retaguardia de las tropas; y que hoy se dice de la parte posterior de una cosa. En nuestro Diccionario de fraseología recogemos la expresión a la zaga que empleamos a veces para significar «detrás»; y andar / ir a la zaga con el significado de «quedar atrás». De zaga se derivó zaguero que decimos del que va o se queda atrás; y también, en el frontón, del pelotari que en los partidos por parejas se coloca detrás. Procede añadir que en época relativamente reciente se ha adoptado esta palabra zaguero para referirse al futbolista que juega como defensa.

Otra palabra de origen árabe en español donde sigue siempre viva es el sustantivo alarde, que en un principio se decía de una formación militar dispuesta para pasar revista a los soldados y a su armamento. De este sustantivo alarde nació el verbo alardear y también la expresión hacer alarde.

4.2.3. Arabismos en relación con los recursos hidráulicos

Aunque en general con otras miras, los romanos habían dado muestra de su preocupación por el agua, realizando muy importantes obras de ingeniería para abastecer de ella a las poblaciones. Y en época reciente, allá por los años 20 y sobre todo en los 50 y 60 del siglo pasado se realizaron en España obras de muy gran importancia con ese mismo fin y para la creación de energía eléctrica.

En el aspecto que aquí nos interesa procede poner de manifiesto la inquietud de los árabes por disponer de recursos hidráulicos y de emplearlos principalmente en el riego de sus huertas y plantaciones. Para ello crearon una serie de ingenios cuyos nombres de origen árabe perviven en nuestro idioma. Recordemos:

azud,
que se decía y aún se dice de un dispositivo para sacar agua de un río y elevarla para poderla conducir al campo que se quiere regar.
noria,
que se decía y se sigue diciendo de una máquina para sacar agua de un pozo401.
acequia,
que se decía y se sigue diciendo de una zanja por la que se lleva agua para el riego o también para otros fines.
aljibe,
que se decía y se sigue diciendo de una especie de cisterna en la que es recogida agua de la lluvia o a veces de un río o de un manantial.
alberca,
que se decía y se sigue diciendo de una construcción de albañilería en la que se almacena agua destinada al riego de unas tierras.
aceña,
que se decía y en algunos casos se sigue diciendo de un molino harinero movido por el agua de un río. Vale la pena recordar y tratar de revitalizar nuestras paremias: «Andando gana la aceña, que no estando queda» (Refr. esp. 1762); «El que está en la aceña muele, que no el que va y viene»; «Más vale aceña parada que el molinero amigo» (Refr. esp. 10016).

4.2.4. Arabismos en relación con plantas, árboles y productos del campo

En este mundo de plantas, árboles y productos del campo los arabismos del español son muy numerosos y además en algunos casos muy significativos. La dedicación de aquellas gentes al cultivo de la tierra encuentra un claro reflejo en este capítulo de nuestro idioma. Sin ánimo de ser exhaustivos, ni mucho menos, sino con la intención y el propósito tan sólo de ofrecer un muestrario significativo, recordaremos:

acerola y acerolo.
La acerola es el fruto comestible del acerolo. Parecida a una manzana pequeña y de forma alargada. Es dulce y aromática.
acelga.
Hortaliza comestible, de hojas anchas y tallos gruesos. Cabe recordar nuestra significativa expresión «cara de acelga», que se dice de una persona de color pálido, o de una cosa de color verdinegro.
albaricoque y albaricoquero.
El albaricoque es una fruta comestible parecida al melocotón, pero de tamaño más pequeño.
albérchigo y alberchiguero.
El albérchigo es una fruta comestible muy parecida al albaricoque. En algunas zonas se identifican los dos nombres.
alcacer o alcacel.
Se dice de la cebada cortada cuando está aún verde para darla como alimento al ganado.
alcachofa.
Planta dicotiledónea, de cabezuelas comestibles antes de florecer.
alcaparra.
Palabra de origen árabe en español, pero a su vez de origen griego. Es una planta cuyo fruto, llamado propiamente alcaparrón, se presenta en una baya carnosa comestible.
alcaravea.
Planta de la familia de las umbelíferas cuyas semillas, aromáticas, son empleadas como condimento. Cabe recordar nuestro refrán «Quiera Dios que orégano sea y no se nos vuelva alcaravea» (Refr. esp. 14614).
alcornoque.
Árbol de madera muy dura y de corteza muy gruesa de la que se saca el corcho. Cabe recordar nuestra expresión «pedazo de alcornoque»402 que se dice de una persona muy necia. Y asimismo el dicho «Al alcornoque no hay palo que lo toque sino la encina que lo quiebra / que le quiebra la costilla» (Refr. esp. 1178).
alfalfa.
Planta herbácea que se cultiva para alimento del ganado.
algarroba y algarrobo.
La algarroba es una legumbre producida por el algarrobo, con semillas que se dan como pienso al ganado.
algodón.
Planta de la familia de las viváceas cuyo fruto se presenta envuelto en una borra de fibras largas. Procede recordar nuestra expresión «entre algodones»403 que se emplea con verbos como «criar» para significar «con sumo cuidado», o «con sumo cariño».
alhelí.
Planta de la familia de las crucíferas que da unas flores muy bonitas.
alheña.
Aligustre común. Cabe recordar los dichos «molido como alheña» o «hecho alheña»404 que se dicen de una persona que se encuentra muy cansada y como quebrantada por un trabajo excesivo o por haber recibido un golpe o por cualquier otra causa.
alhucema.
Se dice del espliego.
alubia.
Esta palabra, de origen árabe en español, responde a su vez a un término de lengua persa. Viene a ser un sinónimo de «judía».
arrayán.
Arbusto de hoja perenne, flor blanca y fruto en baya de color negro azulado.
azafrán.
Planta de la familia de las irídeas cuyos estigmas son empleados como condimento.
azáhar.
Se dice de la flor del naranjo, del limonero y del cidro, de color blanco y muy olorosa.
azúcar.
En español es un arabismo, a su vez de origen persa405. Aunque hoy el azúcar, en muchos países europeos, procede de la remolacha azucarera, en la Edad Media se sacaba de la caña de azúcar que fue cultivada por los musulmanes en algunas zonas del sur de España y que tras el descubrimiento de América fue llevada allí por España creando una fuente muy importante de riqueza en países como Cuba. Con azúcar se elaboraban en la España medieval jarabes406, almíbares y arropes (palabras las tres asimismo de origen árabe). Sin olvidar que el azúcar era fundamental en repostería, donde podemos recordar los alfajores y los alfeñiques (otras dos palabras de origen árabe).
berenjena.
Planta cultivada por su fruto comestible. Recuérdese la expresión «meterse en un berenjenal»407.
chirivía.
Planta parecida al nabo, cuya raíz carnosa, de color amarillo o rojizo, es comestible.
jara.
Arbusto oloroso de hojas pegajosas y que a finales de mayo y principios de junio da unas flores blancas de buen tamaño.
jaramago.
Planta de la familia de las crucíferas, muy común entre los escombros.
retama.
Se dice de la hiniesta.
zanahoria.
Planta herbácea anual cuya raíz carnosa, de color amarillo o rojizo, es comestible.

Cabría recordar la palabra adelfa que también es un arabismo, pero que responde a su vez a una palabra de origen griego. Se dice de un arbusto perenne de flores rosas o blancas.

4.2.5. Arabismos en relación con la artesanía

Insistíamos más arriba en la dedicación preferente de la población musulmana de la España medieval a la agricultura y de manera especial al cultivo de hortalizas. No debemos, sin embargo, minusvalorar, ni mucho menos, la dedicación de una parte de esa población a la artesanía, distinguiéndose por ejemplo en la alfarería.

Ya la misma palabra alfarería es un claro arabismo. Los árabes se hicieron notar en la España medieval como maestros alfareros; y sus talleres se distinguieron en la elaboración de jarras, tazas y jofainas, entre otras clases de piezas. Las palabras taza408 y jarra perviven en español y son de uso corriente y muy frecuente. Jofaina, en cambio, que se dice de una palangana, es decir de un recipiente para lavarse, apenas es hoy conocida para muchos de los usuarios del español por la sencilla razón de que ya apenas se usa en nuestros días. Aunque alguna vez hemos visto citada la palabra «loza» entre los arabismos del español, la realidad es que su origen no es árabe sino latino: lautia.

De la industria del curtido nos ha quedado la palabra badana que se dice de la piel de oveja o de carnero curtida y que pervive en nuestras expresiones «sacudir / zumbar / zurrar la badana»409.

Como herramienta para cortar y para torcer cables o alambres tenemos los alicates o el alicate, voz asimismo de origen árabe, y que era herramienta muy usada por los artesanos árabes en la España medieval.

Una bonita palabra del español cuyo origen árabe suele pasar desapercibido es tarea, que se dice de un trabajo o quehacer.

Para toda una serie de productos más o menos naturales se impuso en español la terminología árabe. Es el caso, entre otros, de alcanfor, azufre, alquitrán y albayalde. Alcanfor, azufre y alquitrán son palabras que para cualquier mediano conocedor de la lengua española resultan familiares. Albayalde, en cambio, suele ser hoy un término desconocido. Lo encontramos, sin embargo, en nuestro muy significativo dicho «Acudid al cuero con albayalde, que los años no pasan en balde» (Refr. esp. (1064)410.

4.2.6. Arabismos en relación con el comercio

En anteriores apartados de este capítulo dedicado a los arabismos del español hemos comentado, aunque siempre de manera muy rápida, los que dicen relación con la agricultura y con la artesanía, principales dedicaciones de la población musulmana en la España medieval. Pero no debemos olvidar a quienes se dedicaron al comercio; ni tampoco a los que se dedicaron al cultivo de las ciencias. La aportación de palabras de origen árabe a nuestro léxico que dice relación con el mundo del comercio es también importante y muy digna de ser tenida en cuenta.

En primer lugar la palabra zoco con la que se designaba el mercado al aire libre y de la que nuestra toponimia nos conserva un bonito testimonio en el nombre de la plaza de Zocodover (= mercado de las caballerías) en la ciudad de Toledo.

La palabra alhóndiga, por su parte, servía, y en algunos lugares sigue sirviendo para referirse a un establecimiento público destinado a depósito de cereales y de otras mercancías y a los trámites de su compraventa. De carácter más general también tenemos en español la palabra almacén, asimismo de origen árabe.

En relación con los impuestos por las transacciones comerciales han quedado consagradas en nuestro léxico las palabras alcabala, aranceles y derechos de aduana sin olvidar tarifa y el impresionante almojarife que se decía del encargado de cobrar los impuestos.

Difícilmente se concebirían muy numerosas transacciones comerciales sin un sistema de pesas y medidas. Y también aquí nuestros árabes hispanos nos legaron palabras con tanto raigambre como almud, azumbre, arroba, fanega y quintal.

Para podernos referir a una venta en pública subasta nos legaron la palabra almoneda.

Como es natural, no hay transacción comercial sin arreglo de compensación que generalmente suele ser pecuniaria. Además de la moneda llamada maravedí, de los árabes heredamos la muy interesante palabra ceca que era propiamente la casa en la que se acuñaba la moneda y que encontramos por ejemplo en el bonito dicho «andar de la ceca a la meca»411 que se conserva siempre vivo en español.

4.2.7. Arabismos en relación con el mundo de las ciencias

Así en el campo de las matemáticas como en el de la astronomía y en el de la química la aportación de la comunidad árabe en la España medieval fue de gran importancia. Aquí y ahora tan sólo nos incumbe recordar los arabismos que han quedado consagrados en nuestro léxico. Recordemos cifra, guarismo, cero, álgebra, logaritmo y algoritmo; química, alcohol, elixir, alambique, redoma, cenit, etc., etc.

4.2.8. Arabismos en relación con la organización territorial

En lo que —forzando quizá un poco las cosas— podríamos denominar «organización territorial» encontramos un cierto número de arabismos, entre los que figuran algunos que suelen pasar desapercibidos en esa consideración de palabras de origen árabe, como es el caso de barrio. Recordemos los que nos parecen más destacables.

aldea.
Se dice de un pueblo muy pequeño, es decir de un núcleo de población de muy pocos habitantes y generalmente sin jurisdicción propia.
alfoz.
Además de su empleo como sinónimo de arrabal o de suburbio, también se dice y sobre todo se ha dicho del territorio situado en las proximidades de un núcleo urbano y que está vinculado a esa población desde el punto de vista de la administración.
arrabal.
Se trata de un arabismo del español que tiene un particular sabor. Con él se designa un barrio o un núcleo de población que se encuentra en los extremos o en las afueras de una ciudad, villa o pueblo. Su plural, arrabales, se suele emplear para referirse a las afueras. Y, por otra parte, su derivado arrabalero se emplea generalmente en sentido despectivo para referirse a una persona maleducada, basta o grosera.
barrio.
Se dice generalmente de una zona o de un núcleo de población. Hoy se habla a veces de barrios bajos para referirse a zonas del casco antiguo de una población en la que predomina gente de clase popular. Y de barrios bajos se ha creado el despectivo barriobajero que viene a coincidir con arrabalero que evocábamos un poco antes.

Entre nuestros arabismos con mayor sabor figuran los términos alquería y almunia. El primero se dice para referirse a una casa de campo de labranza y el segundo a una huerta generalmente con una casa de campo o una granja. En relación con este segundo no estará de más recordar su pervivencia en la toponimia con los nombres de La Almunia del Romeral, Almunia de San Juan y Almunia de San Lorenzo, los tres en la provincia de Huesca, y La Almunia de Doña Godina en la de Zaragoza.

Como primera autoridad de un municipio y presidente del ayuntamiento figura el alcalde que en poblaciones de una cierta entidad solía contar con la colaboración de un alguacil412 o de varios. Esta bonita palabra alguacil ofrece la particularidad de haber ido experimentando un cambio semántico que curiosamente le ha ido bajando de categoría: de «gobernador» pasó a «lugarteniente»; y de «lugarteniente» a «subalterno». Y ya que hemos considerado esta palabra con algún mayor detenimiento, no dejaremos de recordar el dicho «descalabrar al alguacil y acogerse al corregidor» (Dic. dichos).

Tras haber evocado toda esta serie de arabismos en relación con las poblaciones y la organización territorial, nos viene a la memoria una de las obras de mayor importancia, aunque poco vistosas, en una población; las alcantarillas, otro arabismo del español.

4.2.9. Arabismos en relación con la vivienda

En relación con la vivienda son también numerosos los arabismos del español. Empezando por su constructor: el albañil, que, junto con el alarife, eran los principales responsables de la construcción de un edificio.

Recorriendo algunas partes de la casa y buscando su denominación, nos encontramos una y otra vez con nombres de origen árabe. Antes de entrar en la casa, podemos llamar a la puerta valiéndonos de la aldaba413. Inmediatamente después de pasada la puerta de entrada, nos encontramos en el zaguán. Y luego podemos ver las distintas alcobas, aunque hoy esta palabra ha cedido generalmente el puesto a la palabra «dormitorio». Separando las distintas piezas de la vivienda están los tabiques. Si tenemos curiosidad por ver la calle, podemos asomarnos a una ventana y allí aprender lo que es el alféizar. En algunos casos cabe rematar la visita subiendo a la azotea que tienen algunas casas.

Vale la pena dejar ahora constancia de que el nombre dado a un papel o una tela que se pone en una ventana, o en un balcón, o en la parte exterior de una puerta de entrada como señal de que se alquila la casa recibe el nombre de albarán414.

4.2.10. Arabismos en relación con el ajuar

La palabra ajuar es un muy bonito arabismo con el que designamos el conjunto de muebles, enseres y ropas de uso común en una casa. Esta palabra sigue viva en el español de nuestros días y la encontramos además conservada en los dichos «El ajuar de la tiñosa, todo albanegas y tocas» (Refr. esp. 5315) y «Por ajuar colgado no viene hado».

Entre los distintos arabismos en relación con este apartado cabe recordar: alfombra, chaqueta, jubón, zaragüelles y albornoz. Y también otros como almirez que decimos para designar un recipiente de metal, de tamaño pequeño, que nos sirve para machacar condimentos.

4.2.11. Arabismos en relación con el culto

En una muy concisa frase podríamos decir que el musulmán acude a la mezquita convocado desde el alminar por el almuédano. Almuédano, alminar y mezquita son tres arabismos de nuestro idioma conocidos por cualquier usuario del español de una cultura media. Aunque no haya estado nunca en un país musulmán, sabe muy bien que el almuédano es el hombre que desde el alminar, o torre de la mezquita, convoca a los fieles a la oración.

4.2.12. Arabismos en relación con el juego y con el entretenimiento

Cosa archisabida es la contribución de los árabes de España a la difusión del ajedrez, no sólo entre nosotros sino también en otros países europeos. Y con el juego, esa palabra ajedrez415; y también la de alfil, arabismo, a su vez de origen persa para designar el elefante (fil, precedido del artículo al). Lo mismo que jaque que mantenemos en expresiones como jaque mate, jaque al rey, tener en jaque y otras por el estilo416.

Muy aficionados fueron los árabes de España a los juegos de azar, palabra que, también ella, ha quedado consagrada en nuestro léxico.

Al aficionado a jugar a las cartas se le dio el nombre de tahúr, palabra que pervive en español con un matiz hoy generalmente peyorativo.

De su afición a la música nos ha quedado la palabra laúd, instrumento músico de cuerda cuya caja es plana por la parte superior y esférica por la inferior.

4.2.13. Arabismos en relación con los colores

No deja de ser curiosa la aportación de los árabes de España en la época medieval a nuestro léxico en relación con los colores. Palabras como añil, azul y carmesí las recibimos de los árabes. Y también aloque, alazán y albarazado.

añil.
Se decía de una pasta colorante de vivo color azul obtenida de un arbusto que en árabe llevaba ese nombre. Y luego se empezó a decir de un color azul muy vivo o intenso. Recuérdese el dicho «Aunque todo sea añil, poco puede teñir».
azul.
Se trata en español de una palabra de origen árabe que a su vez responde a una de origen persa, con la que se denominaba el color azul del cielo cuando está sin nubes ni neblina alguna. Recuérdese el dicho «El que quiera azul celeste, que le cueste» y el refrán «Azul, celeste sea; que lo azul fuerte renegrea» (M. Kl. 6207).
carmesí.
Se dice del color grana, es decir de un rojo intenso tal como el que es extraído de la cochinilla.
aloque.
Se decía de un color rojo claro o muy desvaído. Hoy se dice principalmente de un vino tinto claro; y se afirma que de ese vino procede la denominación de aloque para referirse a un color rojo muy desvaído, aunque en realidad el proceso es el contrario, cosa que, por otra parte, tampoco tiene particular importancia. Para nosotros, aquí y ahora, lo que procede es señalar el origen árabe de esta palabra aloque para designar un color.
alazán.
Se decía de un color entre rojo y canela. Y de ahí su aplicación para referirse a un caballo de pelo de ese color. Recuérdese el dicho «Alazán tostado, antes muerto que cansado» (Refr. esp. 1530).
albarazado.
Se decía de un color que resulta de una mezcla de negro, cetrino y rojo abigarrado. También se dice del descendiente de china y jenízaro o de chino y jenízara417.

Cabría también recordar, entre otros, los sustantivos azabache y azafata que son empleados a veces para referirse a colores. Con la preciosa palabra azabache designamos una variedad de lignito muy apreciado en joyería y para la fabricación de objetos de adorno. Por su color característico esta palabra ha servido y sirve para referirse a un color negro intenso y brillante. De la palabra azafata trataremos en el apartado siguiente. En éste tan sólo señalaremos que en nuestros días se ha creado el neologismo color azafata para referirse a un color azul marino aunque no muy intenso, por el color del traje que llevaron muchas azafatas.

4.2.14. Otros sustantivos españoles de origen árabe

Es tal el número de arabismos del español que necesitaríamos un volumen y no pequeño sólo para lo que estamos señalando de manera muy sucinta en este capítulo. Y eso que nos abstenemos —dominándonos no poco— de dar las etimologías correspondientes y de comentarlas aunque fuera de manera muy breve. Pero, aun así, no podemos dejar de recordar algunos arabismos de los que nada hemos dicho hasta ahora. Por ejemplo alcor, que podemos decir para referirnos a un cerro, una colina o un collado.

En el mundo de la cocina, tan sólo recordaremos albóndiga. Y en el de la repostería alajú y alfajor. De los peces, tan sólo evocaremos la japuta, pez marino comestible que a veces se identifica con la palometa. Pero no dejaremos de recordar la palabra almadraba, en relación con la pesca del atún.

Entre los nombres de oficios y de profesiones teníamos los de alfayate y albéitar, hoy desaparecidos casi por completo reemplazados por «sastre» y «veterinario» respectivamente. Desaparecidos en el uso corriente del español estos términos alfayate y albéitar, siguen sin embargo vivos gracias a que se mantienen en algunos de nuestros dichos y refranes.

No dejaremos de señalar una palabra que sigue muy viva en nuestro léxico y es la que empleamos normalmente para referirnos a la persona encargada de que se cumplan las disposiciones testamentarias de un difunto. Nos estamos refiriendo, evidentemente, a albacea.

Muy bonita asimismo nuestra palabra caída hoy en desuso azacán, que se decía de una persona que se ocupaba de trabajos humildes y además generalmente duros. En especial se ha dicho del aguador, es decir de la persona que se ocupaba de transportar agua o de venderla. Hoy suele decirse de una persona que anda muy atareada o muy ocupada; y la conservamos siempre viva en nuestra expresión «Hecho un azacán» que, empleada con verbos como andar o estar, se dice para referirse a quien anda muy ocupado, atareado o afanado» (Dic. fraseol.).

Bonita también e interesante nuestra palabra azogue. Se trata propiamente de dos arabismos distintos que han confluido en una misma palabra en español. Por un lado se dice para designar el mercurio; y por otro para referirse a un mercado o a una plaza de un pueblo donde se hace el mercado. En español empleamos la expresión «tener el azogue en el cuerpo» para significar estar inquieto o en continuo movimiento (Dic. fraseol.). De la acepción de mercado tenemos el refrán que advierte que «En el azogue, quien mal dice mal oye» (Refr. esp. 6660).

Por ser palabras de uso muy normal en nuestra lengua, nada diremos ahora ni de almohada, ni de alpargata, ni de alfiler, ni de alhaja, ni de alcahuete. Pero sí haremos una mención especial de la muy bonita palabra albricias que empleamos para referirnos a una manifestación de alegría por una buena noticia y a las felicitaciones consiguientes. Y también de alborozo, que se dice de una alegría verdaderamente muy grande o de un regocijo muy intenso. Y, junto con alborozo y albricias, la preciosa palabra alharaca, que decimos de una manifestación ostentosa de júbilo, de admiración, o de cualquier otro sentimiento como ira o indignación.

Con la disminución muy grande del trabajo de las caballerías, algunas palabras como ataharre han experimentado un retroceso muy grande hasta el punto de que apenas son empleadas y son muy contadas las personas que las conocen. Ataharre se decía y se dice de la banda generalmente de cuero que se coloca alrededor de los ijares y las ancas de una caballería para impedir que la montura o el aparejo se corra hacia adelante.

Un sustantivo español cuyo origen a muy pocos suele preocupar es la palabra auge. Aunque a primera vista pudiera parecer extraño, es evidente que se trata de un arabismo. En un principio fue empleado en el mundo de la astronomía, pasando luego a ser usado para referirse a un crecimiento grande o a una situación de máximo esplendor o grandeza.

Un precioso arabismo renacido en nuestros días en español es la palabra azafata418 que resurgió para referirse a la mujer que en los aviones atiende a los pasajeros, y cuyo uso se extendió más tarde para referirse a la mujer que atiende al público en congresos, ferias, etc. En la época medieval con este nombre de azafata se designaba a la mujer que en un cesto llamado azafate presentaba a la reina los vestidos que había de poner y las joyas con las que había de adornarse; y luego en ese mismo cesto las recogía al quitárselas y al desnudarse o cambiar de ropa.

4.2.15. Adjetivos y verbos españoles de origen árabe

Así como el número de sustantivos españoles de origen árabe es muy grande, el de adjetivos calificativos es evidentemente pequeño; y el de verbos podríamos decir que es insignificante.

Si prescindimos de verbos como alardear, alborozar, arrear, azotar, gandulear y haraganear que han sido creados sobre palabras de origen árabe aunque ya españolizadas (alarde, alborozo, arre, azote, gandul y haragán respectivamente), apenas encontramos verbos españoles que respondan a una raíz árabe. Recordaremos tan sólo acicalar, que se dice para significar «limpiar», «pulir», «embellecer», «adornar»; y alicatar419 que es como decir «cubrir una pared con azulejos».

De los adjetivos merecen una especial atención baladí, baldío, gandul, garrido, haragán y mezquino.

baladí.
Se dice de algo de muy poco valor o de muy poca importancia.
baldío.
No dejaremos de recordar que para algunos etimólogos (como Vicente García de Diego) esta palabra es de origen latino. Por nuestra parte, en cambio, no dudamos en incluir este adjetivo español entre los arabismos y lo ponemos en relación muy directa con las locuciones adverbiales de balde y en balde de las que nos ocuparemos un poco más adelante en el apartado «Adverbios y locuciones adverbiales de origen árabe en español».
gandul.
Lo mismo que haragán, se dice de una persona perezosa, holgazana o vaga.
garrido.
Se dice de una persona fuerte, bien apuesta, elegante, galana.
haragán.
Lo mismo que gandul, se dice de una persona perezosa, holgazana o vaga.
mezquino.
De acuerdo con su etimología, se decía de una persona pobre o indigente. Hoy se dice a. de una persona falta de generosidad, b. de alguien muy pequeño o insignificante.

4.2.16. Interjecciones españolas de origen árabe

¡Arre!
Con el grito de ¡Arre!420 se animaba a los camellos para ponerse en marcha. Hoy se dice a las caballerías con la misma finalidad. De esta interjección de origen árabe nació nuestro verbo arrear. Y, a su vez, de este verbo arrear, la interjección ¡Arrea! que hoy se dice para marcar admiración, extrañeza o sorpresa. Cabe también recordar nuestras expresiones «¡Y arreando!»; y «¡Y arreando, que es gerundio!»421.
¡Ojalá!
De acuerdo con su etimología árabe equivale a «¡Quiera Dios!». Se dice para marcar vivo deseo de que algo se produzca o suceda.
¡Hala!
Se emplea a veces para manifestar admiración; y otras para animar, exhortar o apremiar a hacer algo.

4.2.17. Adverbios y locuciones adverbiales de origen árabe en español

he.
Se trata de un adverbio demostrativo que hoy encontramos en las locuciones he aquí; heme, hete, helo, hela, helos, helas, henos.
de balde. en balde.
Además del sustantivo balde422 con el que designamos un cubo para sacar y transportar agua, tenemos el adverbio (de origen árabe) balde que empleamos en las locuciones de balde (= gratis, sin tener que pagar nada) y en balde (= en vano, inútilmente).
de marras.
Esta locución adverbial es hoy empleada con el significado de «de otro tiempo», «de un tiempo pasado», refiriéndose a algo ya conocido o cumplido.

4.2.18. Preposición española de origen árabe

hasta.
Antiguamente fasta y fata. Nada tiene que ver el antiguo sustantivo español de origen latino hasta, hoy asta423, con la preposición del mismo sonido y ortografía que, evidentemente, es de origen árabe.

4.2.19. El artículo árabe al- (a veces reducido a simplemente a-), primera sílaba de numerosos arabismos del español

Con harta frecuencia se afirma que las palabras que en español empiezan por al- son arabismos en los que esa primera sílaba representa el artículo árabe. Varias puntualizaciones se imponen a este respecto. En primer lugar que, en todo caso, habría que decir «la inmensa mayoría», añadiendo si se quiere «salvo contadas excepciones». Y aun así resultaría exagerado.

Recordemos, entre otros casos, que un grupo pequeño, muy pequeño —es cierto— de sustantivos españoles cuya primera sílaba es al- son de origen germánico, como es el caso de albergue y de alodio. Por otra parte, en otro grupo de sustantivos, en este caso más numeroso, cuya primera sílaba también es al- es fácil detectar un origen latino. Aunque en algunos casos esa primera sílaba al- pudiera ser en efecto el artículo árabe con el que se reforzó la palabra de origen latino adoptado en el habla peninsular. Tal es el caso, por ejemplo, de almena424, almiar425 y alpiste426, e incluso el de almidón427.

Además de estas puntualizaciones conviene recordar que son relativamente numerosos los casos en los que la l del artículo al- no aparece en español por la sencilla razón de haber sido asimilada a la consonante inicial del sustantivo de acuerdo con la fonética árabe. Tal es el caso, entre otros muchos, de aceite, acíbar, acimut, alacrán, alajú, alicates, arrabal, arráez, arroba, arrope, azote, azúcar428, azul429.

4.2.20. Notas acerca de la toponimia árabe de España

Por razones harto evidentes de espacio, tan sólo daremos aquí unas muy breves notas acerca de este tema de tanta importancia en nuestra lengua. Nos limitaremos a unas sencillas indicaciones acerca del topónimo Alcalá y acerca de los numerosos que hacen alusión al agua.

  1. Alcalá. Alcolea. Calat-.

    De todos es sabido que Alcalá equivale a «el castillo». Es un topónimo que hallamos por toda la España peninsular, así en Levante, como en Andalucía, en La Mancha, y en Madrid, y en Aragón. Recordemos algunos entre los más conocidos: Alcalá de Chivert (Castellón); Alcalá de Ebro (Zaragoza); Alcalá de Guadaira (Sevilla); Alcalá de Gurrea (Huesca); Alcalá de Henares (Madrid); Alcalá de la Jovada (Alicante); Alcalá de la Selva (Teruel); Alcalá de la Vega (Cuenca); Alcalá de los Gazules (Cádiz); Alcalá de Moncayo (Zaragoza); Alcalá del Júcar (Albacete); Alcalá del Obispo (Huesca); Alcalá del Río (Sevilla); Alcalá del Valle (Cádiz); Alcalá la Real (Jaén).

    Y además de Alcalá, Alcolea; y también Alcolecha (Alicante) y Alcoletge (Lérida / Lleida); que en definitiva son como diminutivos de Alcalá. Siete localidades con el nombre de Alcolea tenemos registradas en nuestros archivos de arabismos en español. Además de uno en la provincia de Alicante y otro en la de Córdoba, tenemos Alcolea de Calatrava (Ciudad Real); Alcolea de Tajo (Toledo); Alcolea de las Peñas (Guadalajara); Alcolea del Pinar (Guadalajara); y Alcolea del Río (Sevilla).

    Así como tenemos varios diminutivos de Alcalá, en nuestra toponimia, también tenemos un dual: Alcolatén (Castellón), que es como si dijera «los dos castillos».

    Todos los topónimos que venimos considerando con referencia a «castillo» comienzan por al- que, evidentemente, representa en ellos el artículo árabe. Pero, además de ese grupo realmente bastante considerable, también tenemos otro, más reducido de topónimos que por razones harto evidentes no necesitan artículo; y por consiguiente empiezan por Calat-. Son esencialmente: Calatañazor (Soria), que equivale a «Castillo de las águilas»; Calatayud (Zaragoza), que equivale a «Castillo de Ayub»; Calatorao (Zaragoza), que equivale a «Castillo de Turab»; e incluso Calaicete (Teruel), en el que se ha perdido o más bien se ha asimilado la «t» y que equivale a «Castillo de Zayd». Y además: Calatrava, que es como decir «Castillo de Rabah». Uno de ellos en la provincia de Jaén: Higuera de Calatrava. Y numerosos en La Mancha, en la provincia de Ciudad Real: Alcolea de Calatrava; Bolaños de Calatrava; Calzada de Calatrava; Cañada de Calatrava; Carrión de Calatrava; Corral de Calatrava; Moral de Calatrava; Pozuelo de Calatrava; Villamayor de Calatrava. Y además, por lo menos, dos diminutivos: Calatravilla y Calatraveja, que son los nombres de sendas dehesas, la primera en la provincia de Toledo; y la segunda, en la de Badajoz.

  2. Topónimos en relación con el agua.

    El vivo interés por el agua queda reflejado en una serie de nombres de ríos que adaptaron su anterior nombre a una nueva forma arabizada que aparece reflejada en nombres de ríos como Guadalaviar, Gaudalén, Guadarrama, Guadalquivir, e incluso en nombres de poblaciones como Guadalajara y también el del municipio de Guadarrama en la Sierra de Madrid, regado por el río de ese nombre.

    En relación asimismo con el agua cabría recordar también un buen número de topónimos como Gimileo430 (La Rioja); La Aceña de Lara (Burgos); Aceña y Aceña de Borrega (Cáceres), Alfaguara431 (Almería); Aljube (Albacete); Acequia de los Palacios (Alicante); etc., etc.

  3. Topónimos que empiezan por Ben, Bin, Aben, Beni.

    Son muy frecuentes en Levante: en Valencia, en Castellón y en Alicante; y también en Tarragona y en Almería.

  4. Breves consideraciones acerca de Alcañiz y de Alcañices.

    Los bonitos topónimos Alcañiz y Alcañices han dado origen a varios dichos y refranes, entre los que destaca el que dice «El cura de Alcañiz a la nariz llama narices; y el de Alcañices a la nariz llama narices; y así viven felices el cura de Alcañiz y el de Alcañices»432.

    Aunque aparentemente Alcañices puede hacer pensar en un plural de Alcañiz, la realidad es que, de acuerdo con sus correspondientes etimologías árabes, es exactamente lo contrario: Alcañiz podría responder a un plural: «las iglesias». Y en cambio Alcañices respondería más bien a un singular: «la iglesia», lo mismo que ocurre con Alcanecia (Alicante).

4.2.21. Arabismos españoles conservados en dichos y refranes

  1. «El porfiado albardán comerá de tu pan» (Refr. esp. 6261)433.

    Este curioso y muy agudo dicho es hoy desconocido para la inmensa mayoría de los usuarios del español. Si resulta significativo que hoy sean muy pocos los que conozcan este dicho, más significativo aún y sobre todo más preocupante resulta que sean muchas las personas de una cultura superior a la media las que ni siquiera conocen la palabra albardán. Tan es así y tan escaso por no decir nulo el uso de esta palabra en nuestros días que no figura en el Diccionario del español actual. Sin embargo, aquí y ahora nos interesa recordar este dicho y poner de manifiesto que la palabra albardán es de origen árabe. Si para conocer su significado acudimos al Diccionario de Autoridades, nos encontramos con esta magnífica descripción: «Albardán. Hombre holgazán sin vergüenza, bufón, chocarrero o truhán que se introduce en cualquier parte para pasar y vivir sin trabajar». Y aporta, como para confirmar esta descripción, precisamente este dicho y además otro según el cual «Por San Cebrián siembra el albardán».

    El DRAE en su edición décimo sexta (1939) se limita a dar como explicación de albardán la de «bufón, truhán»; pero conserva además el dicho «El porfiado albardán comerá de tu pan»434. Pero, cuando acudimos a cualquier edición posterior a la décimo sexta, nos encontramos con que ha desaparecido tan interesante dicho.

    Excusamos decir que esta palabra albardán nada tiene que ver con el sustantivo femenino, asimismo de origen árabe, albarda, palabra que, teóricamente sigue aún viva en español, pero que ha sufrido un muy marcado retroceso por la sencilla razón de que, al quedar muy reducido el número de caballos y de yeguas, de asnos y de asnas, de mulos y de mulas como animales de carga, muy rara vez tenemos necesidad de mencionar esa pieza del aparejo de las caballerías de carga que llamamos albarda.

    Como es natural, no dejaremos de señalar que también esta palabra albarda es de origen árabe; y que también ella consigue pervivir gracias a dichos, que por nada debemos permitir que puedan perderse y desaparecer. Nos referimos en este caso a los que dicen «albarda sobre albarda» y «albarda sobre albarda una para la barriga y otra para la espalda» (Refr. esp. 1531); y al que nos advierte que «coser y hacer albardas, todo es dar puntadas» (Refr. esp. 3449). Sin olvidar el que asegura de alguien que «merece que le pongan una albarda», ni tampoco el que advierte «La culpa del asno echarla a la albarda» (Refr. esp. 8198). Respecto a la importancia de este arabismo albarda en español, recordemos que, además de los dichos que acabamos de recordar, en nuestro Diccionario de fraseología aparecen recogidos estos otros:

    «A otro burro con esa albarda»; «¡Buena va la danza, y daba el granizo en la albarda»; «Ni para silla, ni para albarda»; «Sacar / Quitar las pajas de una albarda»; «Saltar como granizo en la albarda».

    Con notable frecuencia se ha insistido en la facilidad con la que en la España de otros tiempos se concedía el título de «don». Y así lo reflejan varios dichos muy significativos, entre ellos algunos en los que aparece la palabra albarda y albardón435. Por ejemplo: a. «En España tienen don hasta las albardas436» (Dic. geogr. 248 A); b. «En España tienen don hasta el algodón y el albardón437» (Dic. geogr. 248 A); c. «En España tienen don hasta el algodón y el albardón; y hasta lo tiene el aire, pues a la gracia la llamamos donaire» (Dic. geogr. 248 A. Refr. esp. 6700). Véase el apartado 4 «El título honorífico «don» del capítulo 2. 10 «El tuteo en español y otras formas de tratamiento».

  2. «El alfayate de El Campillo438 que cosía de balde y ponía el hilo».

    Entre los varios refranes que se refieren a sastres altruistas figura éste junto con algunas variantes, entre las cuales la más significativa es la de emplear sastre en lugar de alfayate.

    Para nosotros lo que interesa aquí y ahora es esa preciosa palabra alfayate, sinónimo de «sastre». Se trata evidentemente de un arabismo de gran vitalidad en el español medieval, pero caído luego en desuso llegando a desaparecer reemplazado por la palabra de origen latino «sastre». El Diccionario del español actual lo registra, aunque como «literario» y «raro», y aporta dos frases de autores actuales que lo emplean.

    A refranes y dichos como el que advierte que «Alfayate sin dedal cose poco y mal» (Refr. esp. 1552) o el que encabeza esta segunda parte de este apartado o su variante «El alfayate de la encrucijada, que pone el hilo de su casa» (Dic. dichos en el apartado ALFAYATE; y Refr. esp. 5318) y el que dice «Alfayate que no hurta, poco medra con la aguja» (Refr. esp. 1551) les incumbe el mérito de mantener viva en la medida de lo posible esta palabra que es una auténtica joya de nuestro idioma.

Lo mismo cabría decir de alfaya, de algarabía, de alcaraván, de alferecía y de otros muchos términos, que algunos dichos, expresiones y refranes están llamados a conservar. Eso ocurre, por ejemplo con «Alfaya por alfaya, más quiero pandero que no saya» (Refr. esp. 1550), que se dice de una persona juerguista de poco seso. Y con «Algarabía de allende, que el que lo habla no lo entiende» (Refr. esp. 1554) que se dice para criticar a una persona redicha: Y lo mismo con «Alcaraván zancudo, para otros da consejo; para sí ninguno» (Dic. dichos y Refr. esp. 1538) que con otras palabras viene a dar el mismo consejo que el bíblico «Haced lo que ellos dicen y no lo que ellos hacen».

Aunque la palabra alferecía sigue en cierto modo viva para referirse a una indisposición repentina que suele ir acompañada de un desmayo439, no estará de más precisar que alferecía se decía de una enfermedad infantil caracterizada por fuertes convulsiones acompañadas de pérdidas de conocimiento. Y además recordar y hacer revivir la curiosa expresión «como niño con alferecía» que, por cierto, encontramos en el Quijote (capítulo 14 de la segunda parte). Después de haber escrito Cervantes que «la nariz del escudero Del Bosque era tan grande que casi le hacía sombra a todo el cuerpo» y de haberlo confirmado diciendo que «cuéntase, en efecto, que era de demasiada grandeza, corva en la mitad y toda llena de verrugas, de color amoratado como de berenjena, bajábale dos dedos más debajo de la boca», afirma que esa «grandeza, color, verrugas y encorvamiento así le afeaban el rostro que en viéndolo Sancho, comenzó a herir de pie y de mano como niño con alferecía». Todo ello nos confirma que procede poner todos los medios a nuestro alcance para conservar así ese arabismo alferecía como el dicho tan expresivo de «como niño con alferecía» (Véase Dic. dichos en el apartado NIÑO).

Y así podríamos seguir con otros muchos arabismos del español cuyo conocimiento está a punto de desaparecer para muchos usuarios de nuestro idioma; y que tan sólo nuestros refranes y nuestros dichos nos siguen conservando.

4.2.22. ¿Es realmente de origen árabe nuestra expresión «si Dios quiere»?

En esta expresión han pretendido ver algunos una traducción del árabe «in shaa Alá». Hipótesis ésta que se ha tratado de reforzar con el recuerdo de nuestro «ojalá»: («uashaá Alá»), sí de origen árabe en su actual expresión. Como decimos en nuestro Diccionario de dichos (apartado DIOS) la fórmula coránica procede de la que aparece en la epístola de Santiago (4, 15) «Si el Señor quiere». Escribe, en efecto, el apóstol Santiago en su epístola (4, 13-15): «Vamos a ver, vosotros, los que decís “Hoy o mañana iremos a tal ciudad y pasaremos allí un año y negociaremos y ganaremos”. Y sin embargo no sabéis lo que ocurrirá en el día de mañana. Porque ¿qué cosa es vuestra vida? No es sino mero vapor que hace su aparición durante unos breves momentos y luego desaparece. En lugar de decir “Si el Señor quisiere, volveremos y haremos esto o aquello”». Y en la epístola 1ª de San Pedro (3, 17) también aparece «si es la voluntad de Dios»440.

  • (401) Hoy se dice también de una atracción en las ferias consistente esencialmente en una gran rueda que gira verticalmente llevando en sus vueltas unas barquillas en las que van las personas. volver
  • (402) Véase Dic. fraseol. en el apartado PEDAZO. volver
  • (403) Véase Dic. fraseol. en el apartado ALGODÓN. volver
  • (404) Véase Dic. fraseol. en los apartados MOLIDO y HECHO. Lo mismo que hecho polvo / puré / cisco / fosfatina / harina / papilla / picadillo / migas / tiras / trizas / tortilla. volver
  • (405) Son muy numerosas las palabras que decimos «de origen árabe» y que en efecto lo son; pero teniendo en cuenta que en árabe fueron adopción del persa. Entre otras: azul, jazmín, naranja, y ésta misma de azúcar. volver
  • (406) En relación con la palabra jarabe cabe recordar el famoso dicho: «Tres jarabes y una purga, vengan premios y anda, mula», que se decía para criticar a los médicos poco profesionales y en cambio interesados para cobrar. volver
  • (407) Véase en el apartado BERENJENAL del Dic. fraseol. volver
  • (408) Recuérdese el dicho «Al que no quiere caldo, taza y media» (Dic. fraseol.). volver
  • (409) Véase en el apartado SACUDIR del Dic. fraseol. volver
  • (410) Albayalde. Se trata de un «carbonato de plomo que en otros tiempos utilizaban algunas mujeres para estirar el cutis y tratar de mantener la piel lozana». volver
  • (411) Véase en el apartado CECA del Dic. fraseol. volver
  • (412) Popularmente se conserva la forma aguacil. volver
  • (413) Cabe recordar nuestra expresión «tener buenas aldabas» (Véase Dic. fraseol.). volver
  • (414) Hoy se emplea esta palabra como sinónimo o parasinónimo de albalá, para referirse a un documento o un simple papel en el que se hace constar haber recibido una mercancía o un documento. volver
  • (415) En francés: échecs, es decir: «el juego del rey». Recuérdese que sha se dice para designar al rey (de Persia). volver
  • (416) Véase en el apartado JAQUE del Dic. fraseol. volver
  • (417) Véase en el apartado «Mulato. Mellizo. Cuarterón» del capítulo anterior 4.1. Consideraciones generales acerca del léxico español. volver
  • (418) El intento de crearle un correspondiente masculino azafato no prosperó. volver
  • (419) Evidentemente, el verbo alicatar nada tiene que ver con el sustantivo alicate. volver
  • (420) Antiguamente ¡Harre! volver
  • (421) Véase en el apartado ARREAR del Dic. fraseol. volver
  • (422) De origen incierto; tal vez latino. De este sustantivo balde se crearon el verbo baldear y el sustantivo baldeo. volver
  • (423) Del latín fasta (= a. Palo de una lanza; b. Palo de la bandera. c. Cuerno de algunos animales, como el toro y el ciervo. d. Longitud o espesor de un ladrillo o de un sillar. volver
  • (424) Almena. Del latín minae (plural de mina), que entre otros significados tenía el de «almenas» en una fortaleza, tal como aparece por ejemplo en Virgilio cuando escribe «minae murorum ingentes» (= las gigantescas almenas de los muros). volver
  • (425) Almiar. Probablemente del latín metalis = montón. volver
  • (426) Alpiste. Probablemente del latín pistium o pistum, participio pasado de pinsere = machacar, desmenuzar. volver
  • (427) Almidón. Probablemente del latín de origen griego amylum. volver
  • (428) Azúcar. Arabismo, a su vez de origen persa. volver
  • (429) Azul. Arabismo, a su vez de origen persa. volver
  • (430) Gimileo. Etimológicamente equivaldría a «aljama de las dos fuentes». volver
  • (431) Alfaguara. Etimológicamente equivaldría a «la fuente» o «el surtidor». volver
  • (432) Véase en el N.º 377 del Dic. geogr. de España. volver
  • (433) Que recuerda los dichos «Pobre porfiado saca mendrugo» (Dic. dichos) y «Pobre porfiado saca bocado» (Refr. esp. 12719). volver
  • (434) Se ha perdido la preposición de, que sin embargo, resulta aquí muy significativa. volver
  • (435) Además de otros como: «En España tiene don hasta el algodón» (Dic. geogr. 248 A.); y «Ni tejado sin gorrión, ni español sin «don» (Dic. geogr. 248 A. y 279 A). volver
  • (436) Porque sobre el sustantivo albarda puede formarse el aumentativo albardón. volver
  • (437) Albardón. Aumentativo de albarda. volver
  • (438) En lugar de El Campillo también encontramos el cantillo (Refr. esp. 5320); y también Ciguñuela (Refr. esp. 5317); y también la encrucijada. Véase en el Dic. geogr. en el apartado SASTRES ALTRUISTAS. volver
  • (439) Cabría recordar que la palabra alferecía ha sido también empleada, más bien con poco acierto, para referirse al grado de alférez en el ejército. volver
  • (440) En latín: «Si voluntas Dei velit». volver
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